SANTO DOMINGO. "República Dominicana ha pasado de ser una pigmentocracia a una pelocracia". En resumen, ésta es la tesis que defienden el antropólogo norteamericano Gerald F.Murray y la socióloga dominicana Marina Ortiz. El libro que presentan hoy "Pelo bueno, pelo malo. Estudio antropológico de los salones de belleza en la República Dominicana" se gestó como uno más de la serie que FondoMicro ha dedicado al estudio de la microempresa local. El Colmado, El Taller y El Colegio fueron los primeros títulos y sectores escrutados.
Cuando llegaron al salón de belleza femenina se rompieron los esquemas. 55,000 salones, sin contar los centros de uñas o los sofisticados spas que empiezan a ser ya populares, son muchos salones. Tantos, que después de los colmados (65,000 en todo el país) el salón es la micro y pequeña empresa más numerosa. En tercer lugar se colocan las bancas de apuestas.
Pero un estudio limitado a los aspectos socioeconómicos iba a ser imposible en este sector de microempresas. La naturaleza del salón de belleza femenino en República Dominicana es compleja y los investigadores se encontraron ante un reducto con sofisticados significados culturales y antropológicos. Para empezar, en pocos países hay tantos salones de belleza en proporción a la población y para continuar, en pocos países las mujeres van tanto al salón.
Pero... ¿por qué? La respuesta es sencilla: porque las mujeres dominicanas tienen el pelo rizado y lo quieren liso. ¿Y qué conclusiones hay que sacar de esta idea? Eso es lo que han estudiado Ortiz y Murray.
Reducto femenino
Los salones, entiende Murray, configuran "un universo cerrado del que los hombres dominicanos ignoran prácticamente todo. Un centro de socialización con sus propias reglas y comportamientos que también evoluciona." Y que atraen el 12% del sueldo que ganan las mujeres, curiosamente sea cual sea este nivel salarial: "si ganan más, gastan más. Si ganan menos, gastan menos, pero en todas las clases sociales se puede ver que invierten en el salón entre el 10 y el 12% de su salario", explica Marina Ortiz.
Era previsible que en su trabajo se toparan con el tema del racismo. Como explica Frank Moya Pons, prologuista del libro y miembro destacado de FondoMicro: "en el salón adquieren vida todos los valores estéticos de una población que por siglos ha vivido tratando de desvincularse de sus raíces africanas hasta llegar a constituir una comunidad mayoritariamente mulata que prefiere autodenominarse india y que busca blanquearse por medio del tratamiento del pelo".
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