Durante toda la década de los 80 (ay…) los Lakers perdieron 229 partidos de Regular Season. De 820: menos del 28%. Es un ejemplo para el consuelo de los más fieles y por lo tanto más sufridores, que pueden dejar de leer aquí.
En las dos últimas temporadas completas (2013-15) los Lakers han perdido 116 partidos. De 164: más del 70%. Y ahora han comenzado curso en 1-6… y gracias a que han jugado contra los Nets, el único equipo además de los Sixers del que se puede decir que es probablemente (probablemente…) peor que estos Lakers, que han perdido (por ir a números redondos) 75 de sus últimos 100 partidos de Temporada Regular.
Un tramo que incluye el grueso de la desastrosa era Byron Scott, que marcha en 22-67. Ciego y sordo ante lo que sucede, pero por desgracia no mudo, el técnico sigue en su laberinto. Y con él, su equipo.
Los Heat ganan en cuanto aceleran
En Miami (101-88) los Lakers desaparecieron en el segundo tiempo: 50-49 al descanso, 91-74 mediado el último cuarto. Visto y no visto y con los problemas de siempre: falta de comunicación, concentración y dureza en defensa y colapsos en un ataque que parece una sucesión infinita de unos contra unos de la que Byron Scott no se siente demasiado responsable. Nunca. Esta vez habló de “problemas de confianza” de los jugadores. Que los hay, la cuestión es de dónde emanan y quién los potencia. Otra vez los interiores rivales camparon a sus anchas en la zonas: 30 puntos de Bosh (su tope de la temporada) con 11 rebotes y 19+15 de un Whiteside que enseñó movimientos que no aparecen contra otros rivales. Deng (14 puntos) y Wade (19) aportaron, no tanto un Dragic que está entrando en bache y que no aprovechó la oportunidad de inflarse que los Lakers brindan a los bases rivales: 4 puntos (17 en los tres últimos partidos) y 2/10 en tiros.
En los Lakers no jugó Kobe Bryant. Primero pareció una cuestión de descanso y después surgieron unos problemas de espalda que “casi no le dejan caminar con normalidad”. Sea como sea, Metta World Peace saltó al quinteto y fue de lo mejor (así están las cosas: 14 puntos) de unos Lakers en los que los habituales Lou Williams (14) y Nick Young (17) hicieron lo suyo desde el banquillo… y a costa de los minutos de los jóvenes. De ellos, Randle (7 puntos, 7 rebotes y 4 asistencias al final) pasó las de Caín contra Bosh, Clarkson volvió a estar discreto (como en el Madison) y D’Angelo Russell se quedó en 4 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias… en 21 minutos. Scott, que otras veces no le ha puesto en algunos últimos cuartos porque los partidos estaban muy ajustados, no le puso esta vez porque estaba ya descosido. Y total, para qué. Eso vino a decir. Al argumento, de por sí nefasto, se suma una realidad que Scott (ciego y sordo) cree que el resto de habitantes del mundo no vemos: cuando el base rookie se sentó para no volver a jugar, el partido estaba 63-60. En fin…
En fin, que no hubo duelo de mitos Wade-Kobe (¿quizá el último en Miami? 11-8 en 19 enfrentamientos directos a favor del de los Heat) y que mientras los de South Florida siguen construyendo la base sobre la que volver a los playoffs del Este convertidos en un hueso muy duro de roer, en ello están, los Lakers están perdiendo los nervios sin llegar al ecuador de noviembre y con toda la temporada por delante. Un año de paciencia y pequeños pasos está derivando por la vía rápida en frustración y esos malos gestos que pronto serán malas palabras. Ese es el verdadero legado que dejará Byron Scott. Una reconstrucción en el limbo y un papel muy protagonista en el eje de esas 75 derrotas en 100 partidos que apila un equipo en otros tiempos imbatible. Y con identidad. Y con orgullo. Él lo vivió a fondo y lo sabe bien. O debería.
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