La pelea protagonizada por los peloteros de los Dodgers de Los Ángeles y los Padres de San Diego superó el diamante y llegó más allá.
En la sexta entrada del partido entre ambos equipos, Zack Greinke, lanzador de los Dodgers, golpeó a Carlos Quentin, quien molesto se abalanzó sobre el lanzador y propició una pelea que vació ambas cuevas.
Tras el final de la pelea en el terreno, varios minutos de suspensión, cuatro peloteros expulsados y Greinke fracturado del hombro, la pasión llegó a la tribuna primero y después al túnel de salida del estadio.
En la grada, la policía debió intervenir para separar a aficionados de ambos equipos, quienes llegaron a las manos tras desbordarse la violencia, sin embargo, el incidente no pasó a mayores.
Por su parte los peloteros protagonizaron un segundo incidente.
Tras el final del partido, una vez conocida la lesión de Greinke, su compañero de equipo, el outfielder Matt Kemp buscó en el camino de salida del estadio a su rival Carlos Quentin para reclamar, sin embargo, tras un par de empujones y gritos, personal de seguridad y peloteros de los Padres detuvieron a Kemp en su intento por cobrar por su propia mano la lesión de su compeñero.
Quentin mencionó al final del partido que la pelea pudo evitarse, sin embargo, aseguró que después de que Greinke lo golpeara, le dijo "algo" que lo enfureció y no pudo controlarse.
Greinke y Quentin tenían antecedentes, pues éste fue el tercer golpe que el toletero recibe de parte del lanzador de los Dodgers y el 116 en total de su carrera.
Al final, Carlos Quentin dijo que sentía la fractura de Greinke, pero que la pelea pudo evitarse.
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